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ESTO ES EL FINAL

Sigue un relato corto, apenas un suspiro en letras, del duelo entre dos figuras a muerte escrito por Luis M. Núñez. Solo quedará uno en pie...


ESTO ES EL FINAL



—Esto se acaba aquí.

El otro hombre miró al primero y asintió con la cabeza, un movimiento lento y grave que acompañaba la tristeza de su mirada. Quien había hablado empuñaba una pistola, y la distancia entre ambos hacía imposible que fallara si apretaba el gatillo. Sabía su nombre, pero era más conocido en su mundo por ser uno de los mejores cazadores de espías del mundo. Pese a ello, había logrado esquivarlo durante seis años, al mismo tiempo que hacía su trabajo y enviaba la información que robaba a sus superiores.

Esa noche, iluminados por una hermosa luna llena de magnífico esplendor, se había acabado la caza. Una leve ráfaga de viento agitó la hierba crecida que esperaba ser cortada por la mano del jardinero, y el espía suspiró antes de decir:

—¿Me vas a ejecutar? ¿O me entregarás? —La respuesta le daba igual: sabía que, cuando alguien que se dedicaba a su oficio era capturado, se le había acabado el tiempo de un modo u otro.

—La verdad, lo estoy pensando —respondió el cazador. Chascó la lengua—. Has sido un tormento… Cazarte me ha llevado mucho tiempo, demasiado…

—Soy escurridizo. —Pese a lo difícil de su situación, el espía no pudo evitar jactarse de su habilidad.

—Lo eres —coincidió—. He sufrido mucho para llegar hasta aquí, ¿sabes?

El espía enarcó una ceja, sin saber por qué el cazador quería entablar un diálogo que tenía pinta de convertirse en una especie de confesión. Advirtió que el cazador presentaba un rostro cansado, ojeroso, incluso triste. El fino bigote le temblaba con cada palabra; parecía que fuera a echarse a llorar en cualquier momento y el espía sintió, por un instante, lástima por él, pues supo que había sacrificado todo mientras iba en pos de él.

—Lo siento —dijo con total sinceridad el espía. Se encogió de hombros e hizo una mueca—. Pero es mi trabajo.

—Sí. Lo entiendo. Y el mío…

—Cazarme —terminó por él.

Los dos asintieron, y la simultaneidad del movimiento los hizo sonreír. Se sintieron hermanados entonces, dos almas gemelas y opuestas a un tiempo, dos hombres de vida solitaria, nómada y huidiza cuya existencia era, bien mirada, triste y deshumanizada.

El estruendo provocado por la pistola del cazador hizo que toda reflexión al respecto cesara en sus mentes. Un golpe producido por el cuerpo del espía al caer a tierra y, después, solo se oyó el sonido de la hierba al cimbrearse en la noche.

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