Espectro
He aquí un relato escalofriante de Omar R. La Rosa. Y no os perdáis qué está leyendo la protagonista... ¡Seguid su ejemplo!
ESPECTRO
Terminó de leer la última tétrica historia publicada en el Círculo de Fantasía, apago la tablet y trato de dormir. Pero ¿Cómo?, si los fantasmas y espíritus de la novela revoloteaban en su mente.
En vano dio vueltas en la cama, no había forma de conciliar el sueño. Bastaba apagar la luz para que los espectros se corporizaran con su maléfica actitud, acechándola al compás de la alterada respiración.
- ¡No pude ser! - Se gritó a sí misma
- Eres una persona adulta, pensante, esas cosas no existen fuera de la enferma imaginación de los escritores… - y sin embargo…
Se levantó, fue a la cocina a tomar un vaso de agua, o algo más fuerte que le trajera algo de calma.
- ¿Para que leía esas historias? - se volvió a preguntar
Fue junto al tragaluz de la cocina que lo sintió por primera vez, sin lugar a dudas.
Sintió allí como un cálido aliento de dragón que le acariciaba la cara.
- ¿Qué es eso? – se preguntó mirando en todas direcciones, presa de una creciente inquietud.
Pero no había nada para ver. Ni sonido ni aroma, solo ese “como viento” que la rozo al acercarse al tragaluz.
Como pudo se tranquilizo y se fue a la cama con el vaso de leche tibia y un calmante, por si no alcanzara.
Se metió en la cama y se acomodo lo mejor que pudo, sin apagar la luz.
Pero no podía dormir con la luz prendida, la claridad la desvelaba. ¿Qué remedio? Apagó la luz y se tapo hasta las orejas.
Y casi lo logra, pero, cuando el sueño ya parecía llegar otra vez el aliento del demonio (¿Qué otra cosa podía ser?) le volvió a tocar la cara.
Asustada se sentó en la cama y trato de encender la luz. Nada, la electricidad estaba cortada, no se veía nada, ninguno de los testigos de la infinidad de cargadores que velaban su sueño emitía ningún brillo.
El halo de calor la volvió a envolver y dejar. Como si en verdad fuera un dragón volando en torno a ella, así vino, se fue…y volvió.
- ¡¿Quién eres?! – casi gritó - ¡Aléjate de mí! – ordenó, y, como si el espíritu le hubiese hecho caso, el calor se ceso.
Cuando, con el paso de lo que a ella le parecieron horas, pero que seguramente no fueron más que segundos, el vaho de calor no regreso, comenzó a recuperar la calma.
- No puedes ser tan tonta – se enojó consigo misma al tiempo que volvía a cuestionarse - ¿Para qué lees historias de zombis, dragones, vampiros y miedo, si luego te sugestionas? –
No lo dudó más, se tomó el calmante con el último resto de leche que le quedaba en el vaso y se dispuso a dormir. Mientras la droga hacia su efecto pudo ver cómo, entre la brumosa niebla que invadía su cuarto, se corporizaba un “brujo” con su capa naranja (¿no debería ser negra?) y sombreo con mascara como si fuera “Darth Vader”.
Presa del pánico cerró fuertemente los ojos y se durmió. Mañana seria otro día y todo se vería distinto.
- Señorita, señorita, despierte por favor hay que evacuar el edificio – le pidió el hombre mientras la sacudía.
- Vamos Luis, cárgala no demores, seguro que tomo algo para dormir –
- Seguro sargento, si no tendría que haberse dado cuenta que se incendiaba el edificio. -
La alzó, se la puso al hombro como una bolsa de papas y salió por la ventana en la cual acababan de apoyar la escalera de emergencia.
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