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  • Foto del escritorCírculo de Fantasía

DESDE OTRO LUGAR

Os presentamos un relato de horror epistolar, homenaje a la prosa de Edgar Allan Poe o Bram Stoker, que incluye un horror "lovecraftiano", por nuestro compañero Luis M. Núñez.


DESDE OTRO LUGAR



Estimado amigo:

Le escribo para comunicarle que me encuentro profundamente afectado por la falta de noticias que tengo de usted. Ya han pasado nada menos que siete meses desde la última vez que recibí una carta en mi buzón procedente de su amable pluma, y he de reconocer que siento temor por su estado de salud.

Conocí de la terrible y trágica pérdida que sufrió usted el año pasado, y sepa que mis oraciones y lágrimas de pesar le acompañan. Sé que nada puede mitigar el dolor de la pérdida de la persona amada y de un hijo en tan horroroso accidente, pero tenga fe en que el futuro, por muy oscuro que ahora le parezca, será un día brillante y podrá usted encontrar consuelo y solaz en cuanto, así lo espero, retome las fantásticas investigaciones sobre las que me escribía con tanto ardor y pasión.

Aunque vivamos en estados diferentes, sepa que la congoja que siento por usted me ha hecho tomar una decisión que espero no le resulte inoportuna: el próximo mes, acudiré a la ciudad en la que usted tiene su hogar para comprobar de primera mano su ánimo y, ojalá, animarlo llevándolo a alguna de esas estupendas representaciones teatrales que en su ciudad tienen lugar.

Muy atentamente y suyo,

Francis Hockebrun.


Mi muy querido amigo:

Permítame, en primer lugar, ofrecerle mis más sinceras disculpas por no haber contestado a sus atentas cartas estos últimos meses. En efecto, la pena se había adueñado de mi corazón, pero lo cierto es que, si he permanecido recluido en mi laboratorio privado, ha sido porque descubrí una forma de volver a tener a mis amados Helen y John entre mis brazos.

No crea ni por un momento que me encuentro enloquecido; como usted bien señala, mis investigaciones siempre han sido tildadas de fantásticas, pero cualquier erudito palidecerá ante lo que voy a realizar no tardando mucho. Estoy a punto de encontrar la puerta entre nuestro mundo y el de los difuntos, gracias a un fabuloso libro que pude encontrar entre los legajos polvorientos de mi familia. En él se detalla la manera de contactar con criaturas que habitan entre ambos mundos, con los cuales se puede llegar a un acuerdo o trato para poder recuperar las almas de los seres que se han perdido.

Como le digo, todo está a punto para realizar el ritual (aunque, ciertamente, tiene más de científico que de mágico), por lo que, para cuando usted acuda a nuestro domicilio, sepa que los tres le recibiremos con los brazos abiertos. Sepa también que todo quedará documentado para ser presentado al claustro de la Universidad de X, pues utilizaré el maravilloso invento que es el daguerrotipo.

Cuente con acudir al teatro, por supuesto.

Afectuosamente suyo,

Mark Fisherman.


Estimado amigo:

Permítame que me exprese sin ceremonias, pues creo que la situación tiene un carácter de urgencia. Siento una enorme congoja por la salud mental de nuestro común amigo Mark Fisherman, quien me remitió una carta preñada de referencias que solo caben considerarse como propias de alguien muy enfermo, en la que escribía cosas tan blasfemas que es mejor no imaginarlas siquiera. Le adjunto dicha misiva, para que compruebe por sí mismo lo que le digo.

Es por ello que, dado que usted vive en la misma ciudad que nuestro amigo, le ruego que acuda a su domicilio y le haga desistir de una locura que, sin duda, acentuará su descenso a los infiernos de su mente y de su alma, cuando vea que nada de lo que tenía pensado que fuera a pasar ocurra: tan solo Dios tiene la potestad para traer de vuelta a la vida a quienes ya no están con nosotros, por lo que el intento de nuestro amigo no le dará otra cosa que una gran frustración. Además de que, evidentemente, solo pensar en ello es algo contrario a la ley natural.

Rogándole que actúe con premura, se despide,

Francis Hockebrun.


Estimado amigo:

Sepa que acudí, para desgracia mía, a la casa de nuestro común amigo, tal y como usted me solicitó. Digo para desgracia mía, porque lo que vi en ella me perseguirá todos los días que me restan en este fatídico mundo. Procederé a relatarle de modo escueto cuanto me aconteció desde que entré en la finca del señor Fisherman, esperando que mis palabras no le causen las mismas pesadillas que estoy sufriendo desde aquel día.

Como bien sabe, la finca de nuestro amigo se encuentra a las afueras de X, una hacienda grande y fastuosa que, lamentablemente, ha conocido tiempos mejores, pues las enredaderas cubren sus muros y el aspecto es, en general, de dejadez. De hecho, ninguno de los criados que en su día hubo sirviendo en ella se encontraba presente, por lo que entré en la mansión sin que nadie respondiera a mis gritos de llamada.

La puerta de la casa estaba abierta, y un hedor flotaba en el ambiente, un miasma que parecía rellenar todos y cada uno de los resquicios de la misma, por lo que avancé tapando mi nariz con el pañuelo perfumado, dando gracias a la última moda parisina que nos hacía llevar tales complementos en el bolsillo de las chaquetas.

De inmediato supuse que, si se encontraba en algún sitio, nuestro amigo estaría en su laboratorio, así que hacia allí me encaminé gritando su nombre, aunque sin obtener tampoco respuesta. El silencio era opresivo, y conforme me adentraba en la casa, sentía una inquietud cada vez mayor.

En el laboratorio, sin embargo, tampoco se encontraba nuestro amigo. La sala estaba como siempre, pues ya la había visitado con anterioridad, repleta de aparatos científicos, anaqueles y libros sobre las investigaciones que a nuestro amigo siempre le habían interesado. El único objeto que no casaba con mi memoria del lugar era un aparatoso daguerrotipo, el mismo que nuestro amigo mencionó en la carta que a usted le envió.

Me di cuenta de que había una placa aún en su interior, por lo que, con mucho cuidado, la saqué para investigarla.

¡Ojalá no lo hubiera hecho!

Aunque de contornos borrosos, y formas imprecisas, vi una imagen demoníaca, surgida de las peores pesadillas de la humanidad. En ella, se veía a nuestro amigo con cara de pavor, ligeramente vuelto hacia la cámara, queriendo huir del monstruoso ser que lo aferraba por la muñeca. Se trataba de una criatura a medio camino entre un simio y un insecto, si tal cosa es posible, al que le hubieran desollado mostrando repugnantes tendones y músculos. Su cabeza era un pequeño montículo sobre un torso hinchado, y los brazos se extendían mucho más de lo que hubiera sido proporcionado, terminados en unas garras de extremada longitud.

Y, tras él, se adivinaba un hueco en el aire, un roto en el espacio, una puerta, podríamos decir, a un mundo que mostraba arquitecturas fantasmagóricas que desprendían una maldad primigenia.

Supe que ese era el lugar al que nuestro amigo había sido llevado contra su voluntad.

Comprenda que no quiera volver a hablar jamás de esto, esperando que el dulce olvido borre de mi mente tal visión. Por supuesto, quemé el daguerrotipo, pero, cuando cierro los ojos, aún veo al monstruo y su aterrada víctima.

Con mis mejores deseos para usted,

Luke Madsen.

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